
Pone en comunicación los tres niveles del cosmos: el subterráneo, donde se desarrollan la semilla y sus raíces; el terrestre donde nace y crece su tronco y sus ramas, y el celeste, donde el aire de las alturas mece sus hojas, elevando al cielo sus ramas y haciendo que sus flores y frutos se abran a la luz del Sol. A las raíces del árbol corresponden los dragones y serpientes (fuerzas originales, primordiales); al tronco, animales como el león, el unicornio y el ciervo, que expresan la idea de elevación, agresión y penetración, y a la copa corresponden aves y pájaros, que simbolizan los cuerpos celestes.
Entre los celtas, la encina era el árbol sagrado; entre los escandinavos, el fresno; el tilo en Germania, y la higuera en la India. Resume la Cábala en el Arbol Sephirotal y, como Arbol de la Sabiduría o de la Vida, colocado en el centro del Paraíso, provoca tanto la caída del hombre como su redención en los dos maderos de la cruz de Cristo. Para el budismo, como árbol Bodhi, es iluminación y vida, representación del mismo Buda, y para el brahmanismo, sus raíces son la Tríada compuesta por Brahma, Vishnú y Shiva.
En el vedismo, como también en otras religiones, es muy frecuente la representación del árbol invertido, vida que nace en el cielo y se extiende sobre la tierra, expandiéndose sus ramas por el mundo. Esta es una idea de la que nos hablan no sólo los Upanishads, sino también Platón, el Zohar y el islamismo.